Sumar en el 80 aniversario del informe Beveridge

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Beveridge estudió en Oxford lenguas clásicas y después matemáticas. Con 24 años empezó a investigar sobre la pobreza y el desempleo en Londres al preguntarse cómo un país rico podía tener tantos pobres.

El pasado día 12 de enero se celebró en Madrid un acto en el que se reunieron 350 personas de las más de mil que han participado y discutido las propuestas sobre los 35 grandes temas que han de ser encarados para una década progresista con el impulso de la plataforma SUMAR, auspiciada por la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, que tomó la palabra al final del acto. Durante el mismo el ministro de universidades, Joan Subirats, hizo una oportuna referencia a los 80 años de la publicación del Informe Beveridge, acaecida el 1 de diciembre de 1942, en plena segunda guerra mundial. En efecto, fue una oportuna referencia porque, aunque los tiempos no son los mismos, de aquella experiencia se pueden extraer interesantes reflexiones útiles en el momento actual.

Es conveniente recordar que, aunque el primer ministro era Churchill, aquel era un Gobierno de coalición y el informe formalmente le fue encargado a Beveridge por Arthur Greenwood, ministro laborista para la Reconstrucción, pero era sabido que la idea venía de Ernest Bevin, el ministro de Trabajo, también laborista.

Beveridge estudió en Oxford lenguas clásicas y después matemáticas. Con 24 años empezó a investigar sobre la pobreza y el desempleo en Londres al preguntarse cómo un país rico podía tener tantos pobres. Durante la primera guerra mundial ocupó importantes cargos en la Administración y en 1919 fue durante tres años director de la London School of Economics para lo que contó con el apoyo de Beatrice y Sidney Webb, ilustres exponentes del socialismo fabiano, si bien Beveridge pertenecía al partido liberal en representación del cual acabó entrando en el Parlamento, aunque compartía algunas ideas con aquellos.  Ciertamente era un liberalismo que nada tiene que ver con lo que hoy propugnan los sedicentes liberales en nuestro país.

 El objetivo de Beveridge era derrotar a los cinco gigantes que sacudían a la sociedad: La Necesidad, la Ignorancia, la Enfermedad, la Miseria y la Vagancia, para lo que era necesario poner en marcha un plan de seguridad social que garantizase prestaciones económicas a toda la población cuando fallasen los medios ordinarios de obtener rentas, un sistema nacional de salud universal, una política de educación potente, una política de vivienda, pues la carencia de una vivienda digna es fuente de miseria,  y una política de pleno empleo.

Conocía muy bien la caótica situación de las prestaciones sociales de su tiempo por eso propugnó un cambio radical, ya que en tiempos de revoluciones no era cosa de parchear y la guerra daba la oportunidad de actuar sobre un campo despejado para que la victoria permitiera vivir mejor que en el pasado. La victoria contra el nazi-fascismo y “la esperanza social iban de la mano”, como dijo Hobsbawm. No podía repetirse lo ocurrido los años posteriores a la Gran Guerra y la enseñanza de la revolución bolchevique estaba muy presente.

Ese era “el espíritu del 45” que llevó a que en las elecciones de ese año los laboristas con un programa que auspiciaba profundas reformas sociales, entre ellas la puesta en marcha del plan Beveridge, obtuvieron una arrolladora victoria. Clement Attlee fue elegido primer ministro con un 48% de los votos que dieron 393 escaños a los laboristas frente 213 a los conservadores y su Gobierno levantó lo que se ha dado en llamar el Estado del Bienestar que tantos embates ha sufrido desde aquellos años.

Como ya se ha dicho, no son hoy las mismas circunstancias que las de 1945, pero no deja de llamar la atención que otra guerra ha estallado en suelo europeo afectando de modo intenso a la Unión Europea y otros muchos países en un contexto en el que, sin haber sido restaurados los destrozos sociales y económicos causados por la crisis financiera de 2008, ha habido que hacer frente a la pandemia del Covid-19.

Hoy la desigualdad ha aumentado, la pobreza golpea a una parte importante de la población, incluida la pobreza laboral, algo novedoso. También hay un deterioro de los servicios de salud, muy en especial de la atención primaria, una crisis climática y alimentaria que es una de las causas de los fenómenos migratorios, un deterioro de la legitimidad democrática con un aumento de los movimientos políticos que del viejo fascismo se han transmutado en lo que Umberto Eco ha llamado el fascismo difuminado o fascismo eterno, entre otros graves problemas, como el problema energético.

Problemas que no son inevitables pero su solución exige medidas audaces, muy alejadas de las recetas viejas de la época Reagan -Thatcher que de un modo u otro han seguido aplicándose. Ahora son necesarias nuevas medidas de protección del planeta, de reforma de la empresa, justicia fiscal, etc… y aquí Beveridge puede sernos de utilidad cuando en su segundo informe “El pleno empleo en una sociedad libre”, animaba a ser audaces cuando decía que sus propuestas para alcanzar el pleno empleo se hacían conservando las libertades esenciales del pueblo inglés, entre las que no está, ni ha estado ni va a estar nunca la de propiedad privada de los medios de producción porque eso es coto de una minoría. Aún así, decía, se puede conseguir el pleno empleo en un régimen de propiedad privada de medios de producción, pero, añadía, si con argumentos teóricos o evidencias empíricas se demostrase lo contrario, no habría duda que ese tipo de propiedad debería ser abolida.

Nuestra constitución reconoce el derecho a la propiedad privada y la libre empresa, pero “de acuerdo con las exigencias de la economía en general y, en su caso, de la `planificación”, así como el derecho de los trabajadores a la participación en la empresa y el acceso a la propiedad de los medios de producción (art. 129 CE), lo que permite unas reformas osadas y valientes para encarar de modo justo los desafíos, los nuevos gigantes del siglo XXI en la próxima década, como el proyecto SUMAR se propone.
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Sumar es una plataforma política española de izquierdas. Su principal representante es Yolanda Díaz, actual vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social del Gobierno de España.

Joacquin Aparicio