Siete apellidos vascos

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Según las encuestas, Podemos va viento en popa y rasca de todos los demás, incluyendo a Izquierda Unida, pese a que a esta no le ha ido nada mal en las últimas elecciones

Pío Baroja, acusado de poco vasco por José María Salaverría, se defendía en sus memorias alegando que tener, de cuatro abuelos, siete apellidos vascos, era suficiente vasquismo: “como no soy intransigente, me parece muy bien no ser totalmente una cosa”. Despedía el asunto con una de sus coces suaves recordando que Salaverría había nacido en la costa mediterránea. La verdad es que he empezado por esto para despistar porque yo de lo que quiero hablar, como todo el mundo, es de Podemos.

“La política, quella vera, è una cosa bella”. Así empieza el último libro de Walter Veltroni sobre Berlingüer, pero hoy día pocos creen que la política verdadera sea otra cosa que lo que sale en la prensa, en las redes o en el cotilleo tertuliano: fraudes, sobornos, desfalcos, robos y mangoneos. El torpe “y tú más” de PP y PSOE ha servido para que la opinión pública crea aún más que es verdad todo lo que se dice, tanto si lo es como si no lo es. La política, que debería ser  una digna tarea,  ha sido reducida a un feo oficio.

A mucha gente le caen tan gordos los políticos que les gustaría que no hubiera ninguno. Se dice que son meros instrumentos de los banqueros y otros potentados, pero a estos les pitan menos sonoramente que a sus lacayos. Esta desafección no es de ahora, y aunque lo lógico es que sean los ricos los que menos política quieran para evitarse riesgos de que la tortilla se vuelva, también desde el pueblo se ha mirado siempre mal a los políticos. En “La mala hora” de García Márquez hablan así de un rufián: “Elías es tan de malas que el hijo le salió político”.

Aparecen los nuevos partidos castos. Para acabar con la casta. Digo yo que además habrá que acabar con el hambre, el desempleo y otras cosas. Es muy loable exigir austeridad con el dinero público y sobre todo vigilar que nadie lo desvíe a su cuenta, sin embargo es un poco iluso pretender que los políticos profesionales deban integrar una especie de gremio franciscano y alpargatero. Al menos mientras no se desmonte esta sociedad de consumo y de culto al dios dinero, donde cualquier ejecutivillo de tres al cuarto gana en una empresa privada diez veces más que el presidente del gobierno. En ese caso que se diga cómo hacerlo.

Desde luego habría que evitar repetir los errores de otras operaciones regeneradoras, que aún siendo necesarias, no acabaron nada bien. En Grecia, en los noventa, el Partido Comunista, KKE, se alió con el conservador Nueva Democracia para echar al gobierno chorizo de Andreas Papandreu. Salió ganando la derecha, que desalojó al PASOK pero no hizo la “catarsis” prometida y además dejó Grecia para el arrastre.

En Italia, por las mismas fechas, los jueces y fiscales de Mani Pulite (lo pongo en italiano para no confundir con ese obscuro “sindicato” que en España se hace llamar Manos Limpias) sacaron a la luz una gran trama de sobornos (Tangentopoli) y con ello se hundió la república clientelar de la Democracia Cristiana y del PSI. Craxi se exilió en Túnez y su protector, Berlusconi, subió al poder y allí se quedó una década, rodeado de velinas y vividores. Salir de Málaga para entrar en Malagón.

Hace pocos días, en Brasilia, pregunté a un taxista que quién creía que iba a ganar la presidencia;  me dijo que Dilma, aunque él votaría a Marina “por la corrupción”. Me reconoció que Brasil había avanzado mucho con Lula y Dilma: "es verdad pero solo los pobres han mejorado, no nosotros, la clase media”. Marina Silva quiere sumar al voto de protesta otros de la derecha y evita definirse claramente. Prefiere enganchar por la vía emotiva con una eficaz oratoria justiciera y algo mística. Los populismos esconden las ideas: los de signo radical para que no les asimilen a la izquierda tradicional y los de extrema derecha para no asustar a los conservadores.

He oído a unos politólogos de Podemos (en mi ignorancia pensaba hasta hace poco que de eso solo había en Francia) que lo de izquierda y derecha ya no se lleva y que ahora hay que hablar de arriba y abajo. O sea que en vez de “El Capital” habrá que leer el “Kamasutra”. Esperemos que en su proceso constituyente se dejen de malabarismos y digan claramente qué quieren ser de mayores. De todas formas, para la gente común, zurdos son. Mucho mejor eso que un Beppe Grillo, aliado en Europa de los ultras británicos de UKIP.

Parece que, según las encuestas, Podemos va viento en popa y rasca de todos los demás, incluyendo a Izquierda Unida, pese a que a esta no le ha ido nada mal en las últimas elecciones. Sería ilógico que la corriente depuradora se llevase por delante a quien menos escándalos ha tenido, aunque se le puedan achacar otros fallos. Por eso espero que IU aguante, pero a algunos de sus líderes o de sus candidatos sí se les nota un poco descompuestos.
Las fuerzas progresistas además de reformarse internamente deberían crear grandes alianzas o convergencias para echar al gobierno del PP y arreglar o aliviar con políticas sociales la grave situación de millones de personas. Lo ideal sería algo al estilo del Frente Amplio de Uruguay, donde cabe desde el centro moderado hasta la extrema izquierda. Al menos ir en esa dirección.

Está bien que se reforme la Constitución, que venga el federalismo, etc. pero sin olvidar otras cosas igualmente necesarias para restaurar la credibilidad de la democracia. PSOE, IU, Podemos y demás deberían encabezar el cambio del sistema electoral en favor de listas abiertas para que se pudiera elegir personas y no solo siglas, aunque estas ganaran en forma proporcional. Con las listas cerradas y bloqueadas no nos enteramos de quién hay detrás del número uno y todos los partidos nos rellenan las papeletas con desconocidos, algunos de ellos grises aparateros. La mayoría de esos electos no hablan en todo el mandato, tal vez para cumplir aquello de“bienaventurados los que no sabiendo qué decir se abstienen de demostrarlo”. Yo mismo fui a veces candidato de relleno, aunque por suerte para la ciudadanía salí elegido una sola vez y duré pocos meses.

(nuevatribuna.es | 26 Septiembre 2014).

Juan Moreno

Consejero del Comité Económico y Social Europeo en representación de CCOO