Grecia y el neo-imperio de la zona euro

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El triunfo de Syriza está marcando profundamente el panorama europeo y por tanto el de cada uno de los países que forman parte de la UE, en especial de aquellos más afectados por las políticas de austeridad, llamados piadosamente por sus acreedores PIGS.

Era fácil apostar que en el último momento se llegaría a un acuerdo entre Grecia y las instituciones europeas. Como también resulta razonable apostar que este compromiso con sus ambigüedades inevitables, será objeto de interpretaciones contradictorias destinadas a precisar quién es el ganador y quién el perdedor, según la conveniencia del comentarista.

Dado que este debate se prolongará en el tiempo, conviene atenerse a los hechos concretos.
 
1.- Alexis Tsipras había solicitado un acuerdo-puente de seis meses durante el cual Grecia estaría legitimada para negociar un nuevo acuerdo que sustituyera el Memorándum del 2012 firmado por Samaras y Papandreu. Las negociaciones tendrán una duración de cuatro meses durante los cuales el Fondo Europeo de Estabilidad y el BCE proporcionarán los préstamos que ya estaban previstos en el viejo acuerdo que expira a finales de febrero. El ministro alemán de finanzas, Schaüble, gran caudillo de los “halcones” de la zona euro, había levantado un muro frente a esta posición del gobierno griego. Ahora en ese muro se ha abierto una brecha fundamental. Las negociaciones abordarán dos puntos considerados sagrados e intocables por los viejos acuerdos: la gestión de la deuda y las reformas estructurales.
 
2.- Como se sabe, el primero y más importante de los problemas de Grecia es lo enorme de  su deuda: 320 mil millones de euros, el 175% de la renta nacional. Para la mayoría de los economistas, la deuda griega no se puede pagar. El nuevo gobierno griego se ha comprometido a hacerlo, pero poniendo dos condiciones: la primera, la de su reestructuración, es decir, la indexación de la deuda en función de la evolución del PIB. En pocas palabras, que la cantidad de intereses a pagar deberá tener en cuenta la evolución de la economía para evitar el letal círculo vicioso del aumento de los impuestos y la reducción del gasto, justo cuando la economía real experimenta un bloqueo o una desaceleración sustancial del crecimiento.
 
La segunda condición del gobierno griego es la reducción del 4,5 al 1,5 % del incremento de las entradas destinado a pagar los intereses, de manera que se liberen recursos presupuestarios para abrir espacio a las inversiones públicas y al gasto social. Este punto, fundamental para romper las cadenas de la austeridad, ha sido aceptado en líneas generales por el Eurogrupo para el 2015. Lo demás será objeto de negociación. Cualquiera podría pensar que el esquema valientemente innovador presentado por el ministro de finanzas griego Varoufakis sobre el que se abre la negociación en virtud del acuerdo del 20 de febrero, podría razonablemente resolver el mayor problema de la relación entre Grecia y las instituciones de la eurozona. Pero no es así.
 
3.- Aparece aquí la otra cara de la moneda de la austeridad: las famosas reformas estructurales. Es decir, las privatizaciones y las políticas del trabajo. Los acuerdos impuestos por la zona euro y aceptados o padecidos por los gobiernos precedentes comprenden, en el primer punto, las privatizaciones de todo lo que es público: electricidad, gas, agua, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, infraestructuras, edificios públicos, incluso los casinos. Todo ello en las estimaciones iniciales por valor de 50 mil millones de euros, luego reducidos a 25 mil. Una cifra enorme, si se considera que, a escala italiana, lo mismo constituiría doscientos mil millones de euros. Un programa de rapiña en beneficio de las oligarquías privadas griegas e internacionales, como sucedió en los países de la vieja economía comunista tras el colapso de la Unión Soviética.
 
Más intrigante es el punto que se refiere a las reformas estructurales. El texto del acuerdo dice: “Las autoridades se comprometen a poner en marcha las reformas indispensables para combatir la corrupción, la evasión fiscal y para incrementar la eficacia del sector público. En este contexto las autoridades griegas se comprometen a hacer el mejor uso de la asistencia técnica que le sea suministrada” (traducción mía). Hasta aquí el acuerdo muestra los compromisos ya declarados de Tsipras y del ministro de Finanzas Varoufakis. Un programa de reformas a las que el gobierno griego se compromete, revirtiendo la tradición de corrupción y de clientelismo practicada sistemáticamente por los anteriores gobiernos. Pero por más que sean importantes, estas reformas no son consideradas suficientes por las autoridades de la eurozona.
 
En el esquema fundamentalista de éstas, el corazón de las reformas estructurales se encuentra en las políticas del trabajo. Por una parte, en la liberalización de los despidos, por otra en la reducción de salarios y en la desregulación de las relaciones laborales. Objetivo que se alcanza con la cancelación de la negociación colectiva sectorial de ámbito nacional, confinándola en las empresas, donde es más directo y eficaz el chantaje que las empresas pueden efectuar entre la reducción de salarios o la amenaza de despidos.
 
4.- Hay además decisiones colaterales que marcan el programa social del nuevo gobierno. Aumento del salario mínimo, reintegración de la decimotercera paga en las pensiones, la generalización de la asistencia sanitaria, la prestación de la electricidad a las familias que no pueden pagar el recibo de la luz, el comedor gratuito para los niños en la escuela pública y otras medidas entre sociales y humanitarias encaminadas a aliviar los sufrimientos causado por las políticas de la austeridad a millones de familias.
 
Las autoridades de la zona euro exigen que estas medidas se retiren o al menos, que se vuelvan a examinar y se compruebe si son compatibles con las políticas de austeridad. Pero, dada la indecencia de sus posiciones, no se atreven a afirmarlo claramente. En el texto del acuerdo se puede leer que “el proceso de las reformas estructurales se destina a realizar un crecimiento duradero y a incrementar las perspectivas del empleo, asegurando la estabilidad del sector financiero y reforzando la justicia social”. El compromiso se abre a diversas soluciones.
 
Los gobiernos de centro-derecha, como los de centro-izquierda, ven en el programa del nuevo gobierno griego la desautorización de sus políticas. Tsipras y Varoufakis , rehusando ser un gobierno cómplice, como hasta ahora lo han sido los que han gobernado Grecia en los años de la crisis, han abierto una brecha profunda en el muro de la zona euro. El resultado puede ser contagioso. El compromiso griego refuerza a los partidos y movimientos que se rebelan frente a la ortodoxia fundamentalista neoliberal del euro-imperio guiado por Berlín y Bruselas. En España,  Podemos, que con solo un año de vida, presenta importantes resultados en las encuestas, junto con otras fuerzas de la izquierda alternativa, aspiran a constituir un gobierno que sustituya al de Rajoy, un títere sumiso. La brecha tiende a aumentar.
 
Grecia, como ha admitido Tsipras, ha ganado solo un asalto de una larga batalla. Todavía pueden suceder muchas cosas en uno u otro sentido durante los cuatro meses de negociación. Pero algo ha sucedido ya Un gobierno que goza de un consenso popular y democrático sin igual en Europa ha roto la cadena de la omertà. Otros movimientos y partidos intentarán seguir su ejemplo.

(" Tsipras scuote il neo-impero dell’eurozona" - www.eguaglianzaeliberta.it - Traducción de Antonio Baylos)