El triunfo electoral de López Obrado llega la hora del cambio
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La gran diferencia radicará en la participación del pueblo, de las mujeres y los jóvenes, sobre todo de los trabajadores del campo y las ciudades. Todos los factores políticos se han sumando en los últimos siete meses, para llegar al triunfo de la democracia en México, la hora del pueblo o de la votación mayoritaria a favor de Andrés Manuel López Obrador, o de cambiar la política de gobierno de derecha –neoliberal-, por el Constitucionalismo Social, surgido en 1917 producto de la Revolución de 1910, materializado por el Cardenismo de 1934 a 1940. La enorme ventaja de AMLO y Morena frente a sus contendientes en los siete meses nunca varió, salvo matices sin importancia; ante un PRI y PAN que les hicieron crisis sus direcciones, estructuras y deserciones en ese lapso; y confrontados como nunca: PRI vs. PAN, cuya alianza fue y es fundamental para un fraude electoral. La crisis de los partidos llega hasta los pequeños también, algunos a punto de desaparecer. Y queda muy desprestigiada la vía de los “independientes”. Dos caras de la misma moneda subyacen en el triunfo: el enorme ánimo de muchos por AMLO y el hartazgo de otros del PRI y el PAN. Que juntos hacen la aplastante mayoría. El fraude electoral ha estado al acecho en las elecciones, pero pierde fuerza conforme acaba el tiempo. Todavía en Toluca, Meade invocó “el triunfo” del PRI en el Estado de México de manera ladina, esperanzado en otro fraude para ganar. Como quedó claro para la opinión pública. El fraude solo lo puede decidir Peña Nieto con el aparato del Estado, el apoyo de la oligarquía y el Ejército. Lo que de inmediato llevaría a una protesta social y nacional irrefrenable, peor aún a una masacre y brutal muerte de personas, para ahogar la democracia y la justicia. Solo un enfermo mental podría decidir el fraude. Que algunos oligarcas se desvivan por el fraude, solo habla de su degradación. El miércoles 27 de junio, todas las encuestas eran favorables a AMLO, ni siquiera las de derecha daban esperanzas de ganar al PRI o al PAN. Y sobre todo el ánimo de la gente, ciudadanos o pueblo que es lo más importante en esta jornada histórica, iba en ascenso. Diferencias entre el neoliberalismo y el Constitucionalismo Social Al país lo rige el sistema capitalista en la etapa monopolista, cuando las trasnacionales dominan la economía y la sociedad, y lleva como lastre ser un capitalismo subdesarrollado y dependiente, impuestos por el imperialismo, antes europeo, hoy norteamericano. El neoliberalismo es la política de gobierno de la extrema derecha del sistema, a favor de los grandes capitales o las trasnacionales, es la política de la derecha extrema. O sea, las mismas leyes del país de otros tiempos, las maneja a favor del gran capital, y las modifica o reforma a favor de ellos, como fue la reforma energética, la educativa o la laboral. El neoliberalismo incluso acude a actos ilegales en tribunales y a fraudes electorales. El Constitucionalismo Social es nuestro, surgió de la Revolución y del proyecto de nación plasmado en 1917. Es una política social en la que la participación activa de trabajadores de ciudades y campo, maestros, estudiantes, profesionistas y empleados, que son tomados en cuenta en las políticas de gobierno. No es una política comunista o socialista, sino social y original de México; no es -ni ha sido- una política anti-patronal, sino social, justa. El Constitucionalismo Social es para atacar la pobreza y la pobreza extrema. Así como los ilegales abusos patronales, solo exige que los patrones cumplan con la Ley y los derechos humanos y sociales. Ese es el cambio político y de gobierno al que nos referimos: que haya justicia para todos, no solo abusos para el gran capital nacional y extranjero. Recientemente se denunció que el gobierno de Peña Nieto incumplió el compromiso que tenía con las Pymes, las empresas pequeñas y medianas del país en el 60%, para favorecer a las trasnacionales de los grandes oligarcas del país y extranjeros. Parte esencial del neoliberalismo es la corrupción, no solo del gobierno, sino también de tribunales de justicia y de elecciones, al grado de que en 35 años parece una “costumbre” vivir con la ilegalidad, nos parece “normal” que hayamos vivido tres mega fraudes electorales en 1988, 2006 y 2012. Para los neoliberales es parte definitiva de su política de gobierno e imprescindible para ganar elecciones y dinero. Para nosotros no. No definitivamente, la corrupción y la ilegalidad van de la mano. La política neoliberal es del enemigo principal del pueblo: la oligarquía y sus servidores o lacayos. Nuestra política es social y de justicia, no es populista, es popular porque es del pueblo. Aclaremos bien las cosas, lo popular es del pueblo, la injusticia y los fraudes son neoliberales. Ellos, los neoliberales, establecieron los bajos salarios al extremo y los empleos precarios para que el gran capital tuviera ganancias extremas, llevaron en 35 años al sindicalismo charro a uno patronal, más dócil y adecuado a la nueva era: sindicatos y contratos colectivos de protección patronal. Salinas diseñó con el TLCAN los sindicatos “a la carta” y los contratos colectivos de trabajo, igualitos. Modificaron las Juntas de Conciliación y Arbitraje para servir al patrón y la corrupción. Pero aún en el “año de Hidalgo”. Los neoliberales anularon la soberanía popular, con sus gobiernos nos sometieron al Consenso de Washington: todo a favor del gran capital y las transnacionales. Con el Plan Mérida sometieron al país al narco y a los traficantes, porque Estados Unidos es el principal consumidor de drogas de América, principal financiero de la droga, y vendedor de armas a los narcos y al ejército del gobierno del país. Ellos impusieron que no haya consultas populares o ciudadanas sobre los grandes problemas nacionales, para que las reformas estructurales pasen, “fast track”, sin consulta al pueblo para que no haya conciencia nacional e impusieron la mentira y la simulación como política nacional. El cambio del nuevo gobierno consiste en que todos respeten las leyes en los diversos ámbitos de la realidad y las leyes. ¿Les parece poco una nación en la que se respeten y cumplan las leyes? ¿Un país que exija en todos los foros internacionales que respeten a los migrantes como seres humanos? Oscar Alzaga
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