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Se han celebrado las elecciones municipales y autonómicas con la caída espectacular del PP. Se abre posiblemente una nueva fase de la izquierdala que puede cambiar el panorama político en las próximas elecciones generales de noviembre.
Las elecciones municipales y autonómicas han reflejado el giro a la izquierda que se está produciendo en el país y que va a tener como inmediata consecuencia el cambio real de los gobiernos municipales más emblemáticos, como Madrid y Barcelona, pero también Valencia o Zaragoza. La izquierda alternativa ha obtenido un triunfo histórico en las dos grandes capitales españolas, a través precisamente de candidaturas ciudadanas de unidad popular articuladas no solo en torno a partidos políticos sino muy fundamentalmente sobre la base de la representación de movimientos sociales muy activos en la lucha contra la austeridad. Un conjunto de personas que reivindican un uso del territorio y de los servicios públicos de la ciudad que enlazan directamente con su experiencia vital, con sus necesidades insatisfechas y con la conciencia segura de que la lucha contra los poderes privados y públicos que han emprendido, puede traducirse efectivamente en un programa de gobierno. Este es el hecho político más relevante de estas elecciones, y las figuras de Manuela Carmena y de Ada Colau lo ponen de manifiesto de manera luminosa.
El Partido Popular ha perdido más de dos millones y medio de votos respecto de los que obtuvo hace cuatro años, en las anteriores elecciones. En porcentaje, ha descendido del 37,54% de los votos al 27,03%, es decir ha perdido más de diez puntos. Como durante este período el PP solo ha sabido gobernar basándose en su mayoría absoluta, ese aislamiento generalizado le dificulta ahora el gobierno incluso en los lugares en los que ha sido la lista más votada y no hay un claro bloque de izquierda que se le oponga. Todos los comentaristas esperan que el nuevo partido emergente de Ciudadanos – un 6,55% de los votos totales – favorezca la gobernabilidad en esos casos, pero es posible que esa esperanza se vea defraudada en algunos supuestos muy relevantes, como pudiera ser la Comunidad de Madrid. La exigencia de C’s de romper cualquier vínculo con la corrupción, hace que su discurso se vea falseado si permite gobernar al partido que más fuertemente ha sostenido las tramas de corrupción en la Comunidad madrileña.
Un supuesto concreto de esta derrota del partido del gobierno que resulta especialmente relevante es el de Castilla – La Mancha. Gobernada con mano de hierro por Cospedal, a su vez secretaria general del PP, durante estos cuatro años ha demostrado un sectarismo profundo y una capacidad de destrucción de las prestaciones sociales verdaderamente inmensa. En el plano político, diseñó una reforma del Estatuto de Autonomía que reducía el número de diputados autonómicos y elevaba por tanto el porcentaje de votos necesario para poder acceder a las Cortes, y ese mismo planteamiento antidemocrático ha funcionado contra ella, impidiendo a la postre que C’s tuviera un escaño que compensara el bloque que forman PSOE y Podemos que permite desalojar al PP de la institución autonómica castellano-manchega. Es razonable pensar que uno de los elementos del acuerdo entre PSOE y Podemos tendrá que ser la reforma de ese sistema electoral hecho a medida del PP. La pérdida de esa comunidad debería también tener consecuencias sobre la situación de Cospedal en el PP, marcando el principio del final de su carrera política. Ambas cuestiones son motivo de alegría para quien viva o trabaje en Castilla La Mancha.
El Partido Socialista ha perdido setecientos mil votos respecto de las elecciones de mayo del 2011. De un 27,09 % de los votos ha descendido a un 25,03%, pero ha recuperado algunas Comunidades Autónomas, como Extremadura y puede obtener muchos gobiernos regionales y municipales mediante acuerdos con las fuerzas a su izquierda. En otros supuestos, su voto es clave para asegurar la mayoría de las candidaturas ciudadanas de unidad popular. Su descenso de votos ha sido menos brusco que el del PP, porque se ha beneficiado de la renovación de su equipo dirigente y de su posición más abierta respecto de los planteamientos sostenidos por sindicatos y movimientos sociales. Tiene sin embargo que aprender a establecer una relación con las otras fuerzas – situadas por lo general a su izquierda – que no implique una mera solicitación adhesiva a su programa de gobierno, como lo está padeciendo en Andalucía con la investidura de Susana Díaz. En la capacidad de adaptación del PSOE a este nuevo panorama de encontrar consensos con fuerzas situadas a su izquierda con exigencias reivindicativas muy netas – y urgentes – se jugará su papel en las próximas elecciones generales de noviembre.
Podemos se confirma como la fuerza emergente del cambio político, el partido que ha sabido traducir políticamente las luchas y la resistencia de amplias capas de población que se habían ido desgranando a partir de la crisis del 2010, conectando con una buena parte de las aspiraciones reivindicativas de éstas. En Aragón, Asturias y Madrid, está entre el 18 y el 20% de los votos, pero en el resto de las Comunidades Autónomas tiene resultados apreciables para una fuerza que carecía de implantación y cuadros, entre casi un 15% en Canarias y en Baleares, y un 14 % en Navarra, un 12% en la Comunidad Valenciana , Castilla León, la Rioja y Murcia, hasta un 9% en Castilla La Mancha y un 8% en Extremadura. Es por tanto un partido político en ascenso, pero contra lo que planteaba una buena parte de su intelligentsia, que preconizaba que era conveniente que se presentara en solitario a las elecciones para probar sus apoyos, lo cierto es que éstos han sido sensiblemente más reducidos al hacerlo así que cuando, en el nivel local, ha impulsado junto con otras fuerzas políticas y sociales, candidaturas de unidad popular. El caso de Madrid es paradigmático, Ahora Madrid ha obtenido el 31,8 % de los votos populares, mientras que Podemos en la Comunidad solo ha logrado un 18,6 % de los mismos. En Barcelona no se puede hacer esta extrapolación, pero es seguro que una alianza de Podem con ICV-EUiA, Verdes y movimientos sociales para el Parlament en septiembre próximo, obtendría un resultado muy importante, y en todo caso mayor que el que lograría Podem en solitario. Mover el tablero político hacia la izquierda real requiere por tanto una estrategia de unidad.
Esta misma apreciación, pero con mucho más énfasis, debe hacerse con Izquierda Unida. Si se computan los votos que ha obtenido IU presentándose con sus siglas, 875.000, que supone el 4,81% de los votos emitidos a nivel nacional, se comprueba que IU ha retrocedido punto y medio y ha perdido 375.000 votos respecto del 6,36% de los sufragios–1.437.061 votos– que obtuvo hace cuatro años. Pero si se unen a estos votos los que ha obtenido en candidaturas ciudadanas de unidad popular, el resultado es diferente y en la práctica implica un crecimiento de las posiciones mantenidas por esta fuerza política allá donde ha acudido unitariamente con otros sectores y grupos políticos. Por poner un ejemplo cercano, en Ciudad Real al presentarse IU como Ganemos en el marco de un proceso de convergencia y de debate con movimientos sociales, ha obtenido cuatro concejales – uno de IU en 2011 – y ha logrado por tanto una mayoría de izquierda en esa ciudad, arrebatándosela al PP.
Este es el camino que permitirá avanzar hacia posiciones de progreso con la participación destacada de los militantes y cuadros de IU. Cuando por el contrario IU ha aparecido dividida y hasta opuesta a procesos de unidad ciudadana, como en Madrid, los resultados han sido muy decepcionantes, y han contagiado negativamente a la lista de la comunidad autónoma. Sin duda el hecho simbólico de que Luis García Montero no haya podido compartir estrado con Manuela Carmena en algún mítin – como sin embargo si pudieron hacer Joan Herrera o Alberto Garzón con Ada Colau en Barcelona – ha sido letal para su candidatura, porque se ha interpretado que IU era contraria al impulso unitario en las candidaturas municipales como la que significaba Ahora Madrid, y ese hecho es el que ha pesado fuertemente en las opciones de los ciudadanos de Madrid sobre la reivindicación de IU de mantener sus siglas como señal distintiva de su proyecto.
El resultado es por tanto globalmente muy satisfactorio. Unas elecciones que demuestran el movimiento hacia la izquierda del electorado, la caída del voto de apoyo a las políticas de recortes sociales del Partido Popular y la recuperación de tantas ciudades para un amplio bloque de progreso. Y algunas enseñanzas que deben hacer reflexionar a la izquierda alternativa sobre la necesidad de ir creando espacios de debate y de encuentro unitarios, en torno a opciones comunes que den expresión a las reivindicaciones sociales mantenidas en las movilizaciones permanentes de estos cuatro últimos años y que hagan viable en noviembre un verdadero cambio político con repercusiones inmediatas no sólo en el Estado español sino muy principalmente en el cambio de rumbo de las políticas europeas.